14 de febrero de 2006

Tras la tristeza.
No lo se.

Juntar las cosas y darles un orden.
Poner las cosas unas sobre otras.
Agarrar y ponerse uno por sobre las cosas.
Para eso sirven las cosas.

Es esa lejana idea
de que nada hay,
ni lejos ni cerca.
Que nada hay.

Tras la corteza.
Ya no se ve.

Mirar las cosas y descomponerlas.
Abstraer lo que es central a las cosas
y, otra vez solo, sólo ver la periferia
de las cosas. Para eso sirven.

Es el dolor
que se acerca
degustando
el olor
a cosa suelta.

13 de febrero de 2006

excursión al trocoman

Vuelve al lugar que lo había desencontrado. Está perdido y sin embargo la familiaridad del en derredor lo devuelve de un dulce palmetazo a la vida.

Tres forajidos, dos desterrados, venían saliendo hace rato ya. Una parada imprevista junto a las rosas mosquetas de la primavera les había recordado que ir a la cordillera no es así nomás.

El viaje fue en jeep y de antología. Por la meseta en el precipicio buscaron a los dos que faltaban y al chivo. Cinco proscritos a bordo de una nave blanca con un bulto patas arriba atado en la jaula y un colchón debajo de la parrilla.

El trocomán asusta con ese nombre que suena a correntada dura y pareja. Uno de ellos viaja callado y lo ansioso se le escapa de a gotas por los ojos. Ya van de noche, y en el segundo tramo, el cielo sin luna les techó la máquina.

8 de febrero de 2006

córneas

No es todo nostalgia
la indefinición que percibe
su realidad alienada.


No quiere, pero persigue
parte de algún niño
en violenta escapada.


Muere si lo encuentra
pastoreando junto al piño
o en la montaña arenosa.


Porque no es la remembranza
lo que puramente busca.


Su forma de buscar
pertenece a un mirar
que no nació
en él, ni en su lugar.


El tiempo es todo el que hubo
y el sujeto muerto es siempre
colectivo constructor
en perpetuo del presente
que vive quién sólo busca.


Como heredar millones de pares de córneas, o algo así.