Vuelve al lugar que lo había desencontrado. Está perdido y sin embargo la familiaridad del en derredor lo devuelve de un dulce palmetazo a la vida.
Tres forajidos, dos desterrados, venían saliendo hace rato ya. Una parada imprevista junto a las rosas mosquetas de la primavera les había recordado que ir a la cordillera no es así nomás.
El viaje fue en jeep y de antología. Por la meseta en el precipicio buscaron a los dos que faltaban y al chivo. Cinco proscritos a bordo de una nave blanca con un bulto patas arriba atado en la jaula y un colchón debajo de la parrilla.
El trocomán asusta con ese nombre que suena a correntada dura y pareja. Uno de ellos viaja callado y lo ansioso se le escapa de a gotas por los ojos. Ya van de noche, y en el segundo tramo, el cielo sin luna les techó la máquina.
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