21 de marzo de 2007

Parada, en la pampa;
busca una manera
de no pensar en ese cielo
enorme, vacío.
¿Qué esconde toda esa nada?

Hace dibujos graciosos
sobre los vidrios
empañados, atrapados
entre el frío
que quiere entrar,
el calor
que no alcanza a salir
y el apacible espectáculo
del viento en mute.

Más allá piedra, tierra, pavimento.

Una hormiga no entiende
de relieves macro
y trepa su propio
monte Everest
al costado del baño
de una estación de servicio.
Trocoman II

Una correntada
contra la piedra caída.

La obra es trágica,
sin tenores ni temores.
Ni suspenso.

Agua con tonta ilusión
y correr torpe
va a no terminar.

Sedimentos en carretillas
de representación.
Repetición de la repetición.

En mi imaginación
descausada
está su marcha.

Mi marcha
se llama muerte.
La suya,
Rio.
Trocomán I

Navegarlo es a vela.

Estaba vivo antes
que Vida.

Su ritmo es calma;
va, moroso, deambulando
por entre las piedras bocha.

Suceder constante,
su origen está en la vertiente
de todos los tiempos.

Corrientes que arrastran
los siglos de los siglos
ocupan todos los espacios
de mi primera memoria.